un mundo iluminado
Asunción Balzola Elorza. Bilbao, 18 de julio de 1942 – Madrid, 22 de junio de 2006.
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«Cuando publiqué Cabeza de chorlito, mis memorias de infancia, escribí: “Dibujar era magia. Por eso mamá dibujaba tan bien. Porque era un hada, y como yo sabía dibujar, también debía tener algo de hada. Que sabía dibujar lo sentía en la punta de los dedos. No tenía ninguna duda». Esa sensación permanece en mis dedos a distancia de cincuenta años.»
Asun Balzola
«Sorprende el valor con el que Asun abandona lo que todos le han reconocido como aciertos plásticos para intentar nuevos caminos.
Es la única ilustradora a la que he visto pintar con el vacío. No es que reduzca al mínimo los detalles de un entorno innecesario, es que nos ofrece grandes superficies blancas: para que imaginemos, pintemos o no, sin nada donde perdernos, volvamos a enfrentarnos con la personalidad del personaje.
En ninguno de sus múltiples estilos ha mostrado intención de mantenerse dentro de las corrientes actuales, pero siempre ha marcado cuál es la corriente más actual.
Esa forma de dibujar despreocupándose de los criterios establecidos para el desarrollo de un trabajo creativo, y consiguiendo no obstante la aprobación y el reconocimiento de toda la profesión, confirma la posesión de un enorme grado de libertad creadora y provoca, no solo la admiración, sino la envidia del ilustrador que esto escribe.»
Alberto Urdiales
En persona. Revista Lazarillo, nº 3. 2001
«Yo tengo una pretensión: las personas tenemos que ser fieles a nostras mismas, a nuestra propia identidad y a nuestras preguntas y respuestas. A mí me interesa dejar testimonio y dejar claras una serie de cosas en las que yo creo y en las que yo pienso. Me da un poco igual decirlas en público o en alto. Siempre pongo mucha carne en el asador porque soy incapaz de reservarme cosas, pongo todo lo que estoy pensando, todo lo que estoy sintiendo. Me da igual que sea esta conversación, que sea un libro, que sea cualquier cosa.
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La obra depende de tu propia vida y yo tengo una vida un poco contemplativa, por desgracia. Entonces, ¿hay mucha construcción mental detrás de mi obra? Por un lado está “Paco con la rebaja” diciendo: no te puedes mover, tienes que quedarte ahí, piensa en lo que estás haciendo.
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Munia es una niña real, es la hija de una hermana mía y hay un entramado afectivo muy grande: la ví nacer, crecer poco a poco, soñar, y la adopté como personaje. En “Munia y la Piltronera”, que posiblemente sea la historia más conseguida, la piltronera era un lugar vedado a los adultos y que sólo conocían los niños. Lo de no pedir perdón era una cosa mía personal; de pequeña no podía pedir perdón porque nos obligaban a arrodillarnos y aquello era muy crudo y te inventabas cualquier historia con tal de no hacerlo.
Yo soy gran defensora de la ternura, creo que el niño debe tener un ambiente afectivo bueno, es muy importante para ese adulto que vendrá después de niño. Creo que los problemas recurrentes de la gente con la que tratas, que tienes alrededor, está causada por un problema de soledad, de falta de afecto. Entonces la ternura es muy importante y luego un cierto modo de ver la vida, que se vuelve tan dura a veces, intentando siempre encontrar la belleza. También es muy importante poder acceder a mundos imaginarios dentro, pensar en espacios posibles que son realmente éste que estoy viviendo.
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Retorno y torno en ese viaje interminable a la infancia para situarme en el punto de vista del niño, para no perder aquella sensación de un ser muy aislado dentro de un mundo de adultos. Esa sensación es la que quiero atrapar en cada libro.
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El futuro no existe. Pretendo pasármelo bien de aquí a tres meses.»
Peonza nº 23. Diciembre 1992. Entrevistamos a Asun Balzola.
«En algún sitio leí, hace muchos años, que un maestro japonés del siglo XVI recomendaba a sus discípulos que no emplearan en sus pinturas todo lo que sabían, que no utilizaran todo lo que sentían, que se reservaran cosas para que su pintura pudiera sugerir, pudiera hacer soñar e imaginar a quienes la vieran. Esta explicación me gustó muchísimo, porque me dio la clave de lo que buscaba. Es un problema de lenguaje personal. Quiero ser parca, quiero ser austera, quiero transmitir sensaciones con pocos elementos, insinuar cosas para que los demás las interpreten. Creo que el gesto y el símbolo son importantes, que ambos comunican más cosas, a veces, que una explicación detallada. Y el papel, que exista, que se vea, que respire, que sea parte de la ilustración porque el libro es papel. Cuando creo que he conseguido esa síntesis entre forma y sentimiento, si soy capaz de hallar la poesía de una ilustración, entonces considero que mi trabajo está bien hecho.
Los colores que utilizo son colores suaves, poco agresivos. Podéis ver sobre todo verdes y azules, grises, marrones. Algún naranja, algún amarillo y poquísimos rojos. Son los primeros colores, los que absorbí en el País Vasco, en la etapa fundamental del aprendizaje, cuando era niña.»
Lamiñas, brujas y demás ilustraciones. Asun Balzola. Atiza, nº 30-31-32. Enero-marzo-junio 1990.
«-Ahora que tu labor como ilustradora y escritora de libros infantiles es tan reconocida, ¿por qué has sentido la necesidad de contar tu infancia?
-Quería liberarme de esa niña tan cariñosa, tan buena e inocente, tan pegajosa en definitiva, que fui. La que no tenía coraza, según decía mi madre. En realidad parte de mi labor creativa es un continuo intento de quererme liberar de mí misma.
[…]
Había vuelto muchas, muchísimas veces al mundo infantil, no en vano la mayor parte de mi trabajo ha sido concebido para ese público, pero evitaba recordar los años de la infancia en profundidad porque es obvio que la muerte de mi padre fue un trauma muy grande en nuestra vida. Tanto es así que cincuenta años más tarde, cuando escribí el capítulo “Caballerito de Azcoitia”, tenía que secarme las lágrimas de la cara continuamente. Era un hombre muy especial, mi padre. “UN duro” de corazón tierno. Como buenos vascos, él y mi madre no se hacían gestos de cariño delante de otros, pero… ¡se miraban de un modo! Y yo les tenía calados, porque a esa edad lo que más me gustaba era que “los mayores” se quisieran mucho y cuando mi amona Romana me decía de su primer marido: “Era tan guapo…-y suspiraba-, tan simpático…” a mí se me ensanchaba el corazón, porque si eso era así, papá y mamá se miraban como se miraban, el mundo alrededor estaba en orden e importaba menos el desorden exterior de “los rojos, nacionales y nacionalistas” o los tristísimos desfiles del día de la victoria o aquel cura que, en 1950, gritaba en medio de la Gran Vía: “¡Gritad conmigo! ¡Viva la Inmaculada Concepción!” y la gente gritaba, pero él quería más y continuaba: “¡Gritad más fuerte! ¡Que os oiga la Virgen!”.
Mariasun Landa. Asun Balzola o la expulsión del paraíso. CLIJ 109, 1998.
«La acuarela es un buen medio para reflejar estados de ánimo, porque es muy delicada y el pincel es un arma absolutamente espontánea. No puedes engañar con pincel, te sale o no te sale. Por supuesto, también ayuda a transmitir sensaciones el color, el que utilice poco fondo, el que use muchos espacios en blanco para construir la página.»
Javier García Sobrino. Un erizo a los veinte. Peonza. Nº 49. 1999.
«Creo que siempre he querido ilustrar. Me gustaban los libros y las imágenes en los libros. Cuando tenía 4 o 5 años ya quería ilustrar libros de mayor, y eso que creía que los dibujos se hacían a mano en cada libro, no entendía aún el proceso de la imprenta.
Las generaciones no cambian tanto y los problemas básicos para un niño o una niña actual son los mismos de siempre, ¿no crees? –“¿Por qué me dicen que he roto una cosa, cuando solamente se me ha caído?”-. Ha pasado y seguirá pasando. El adulto tiene la sartén por el mango y el niño no tiene armas para enfrentarse a ese ser tan grande. Goza de la vida mucho más que el adulto, pero está sujeto a su control.
En general, falta gusto artístico. Tendría que haber escuelas para editores, o más directores de arte, gente que entienda de estética, de gráfica. La mayoría de los editores no entienden de ilustración o de diseño, y se les nota a la legua en cómo miran el trabajo de una. Han venido a ti porque tienes un buen curriculum y premios y tal y tal, pero no aprecian verdaderamente tu obra. Un trabajo más especializado como en los países anglosajones, donde el publisher se ocupa de la producción, promoción y ventas, y que no es el editor, un experto que cuida que todo se haga como es preciso, y que lleva la relación con el autor. Aquí todos hacemos de todo. Nos falta profesionalidad. En una editorial se nota cuando hay alguien que entiende de imagen y diseño. Por ejemplo, en la colección Barco de Vapor, la imagen está muy lograda.
A veces me siento muy cansada. Podría retirarme y no parece que le importara a nadie. En este país no se te mima mucho, y te duele cuando llevas tantos años trabajando y tienes tantos premios y zarandajas. En otros países no es así. Tengo amigos extranjeros a los que sus editoriales les patrocinan viajes a las ferias de todo el mundo. Aquí ninguna editorial te toma como su ilustrador, o sólo hasta cierto punto.
Me gustaría tener más tiempo. Tengo la sensación de ser un caballo de carreras, todo el tiempo corriendo, aunque, en realidad, debería sentirme una privilegiada. Además, en estos últimos años me encuentro mucho mejor que hace diez; me siento más completa, como te decía: el pastel está más hecho.»
Montserrat Castillo. Asun Balzola: ilustración, literatura y cocina: formas del querer. CLIJ 67, 1994.
«A veces una tiene la suerte de llevar un niño dentro de sí, pero esa fortuna termina cuando mueren tus padres. En junio hará dos años que murió mi madre y ahora soy distinta. Mamá me ha «soltado»; por un lado he perdido muchas de mis inhibiciones y por otro ella se ha llevado a Txoriburu. Me veo una mujer más dura, aunque también más capaz de escribir de manera más iconoclasta.
[…]
-Leyendo «Txoriburu», sorprende que tenga tan vivos aquellos años de su más temprana infancia. ¿Algunas cosas son fruto de su imaginación? Intenté permanecer en la infancia y no traicionar mis recuerdos. No juzgar la época tampoco; que sí critico ahora que me he desmarcado de la clase social que pinto en el libro. Soy una artista, no una burguesa y vivo muy a mi aire. Seguramente, si viene un día a cenar a mi casa, no tendré cucharillas de postre; no me acuerdo de comprarlas, ¿sabe? Eso sí, tengo tres magníficos ordenadores. (¡Uy! ¡Me he ido por las ramas ! ¿a qué venía esto?)»
Asun Balzola, ilustradora. He aprendido a reciclar mis sueños * Traducción al español del original en euskera Beñat Doxandabaratz
Entrevista a Asun Balzola en la revista Babar.
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