un mundo iluminado
fecha de publicación: 22/02/2015
Una foto nos muestra a Alta y a mí en un refugio de montaña, abrazadas debajo de unas mantas. No exactamente abrazadas, ya que ella ha levantado la parte superior del cuerpo para ofrecer su rostro al objetivo. Sonríe. Tiene ocho años. Es difícil manifestar una felicidad más desbordante. Sonríe, llena de alegría, mostrando todos sus dientes, o mejor dicho, todos sus «no dientes». Y sobre este tema quiero escribir precisamente: sobre la sonrisa fabuladora, conmovedora, de la desdentada. En su boca abierta se ven dientes de leche, agujeros, puntas de dientes de adulto que asoman y dientes de adulto, desiguales, recién salidos. Jamás tendrá una sonrisa menos estética y más hermosa. Esta foto hace que se me salten las lágrimas y me recuerda cuántas veces, en este momento, en la vida cotidiana, le digo, después de que me los enseñe: «¡Cómo me gustan tus dientes!» Alta se ríe sin entender nada; se da perfecta cuenta de que es curioso que se pueda apreciar tanto esa fase bucal, pero me acepta tal como soy y comprende las cosas más inefables. ¡Hay en esa sonrisa, efímera y breve en el tiempo, tanta fragilidad, una indiferencia tan grande a la seducción, tanta ofrenda de uno mismo en su poquedad, en su imperfección, tanta gracia, en suma! Nada expresa mejor lo parvo, lo marginal, lo fugitivo, que el resplandor inexplicable de esa caótica dentadura. Sólo los niños o los viejos sin barniz saben ofrecer al mundo semejante abismo bienhechor.
Yasmina Reza , "Hammerklavier"
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