un mundo iluminado
fecha de publicación: 05/10/2014
–La niebla estaba llena de caritas de niños–murmuró, bajando los ojos avergonzada–. Se acercaban a mí y yo tendía mis manos hacia ellos, pero no se dejaban acariciar.
Hubo un silencio muy largo, y cuando Esmeralda se decidió a levantar los ojos vio que Merlín se había inclinado hacia ella y la estaba mirando. Tenía el rostro muy serio y sintió una presión muy ligera de su mano, como una señal secreta.
–Son las almas de los niños perdidos–le dijo. Muy pocos en el mundo las pueden ver.
Y le contó que, cuando los niños crecían, las almas de aquellos que habían sido se quedaban solas en el mundo. Al principio, merodeaban por los jardines y las calles donde habían sido felices y visitaban sus antiguas casas para despedirse de todo lo que había sido suyo: sus ropas, sus cuartos y sus pequeñas camas, sus juguetes, los cuadernos y los lápices que llevaban a la escuela. Se detenían, sobre todo, a contemplar los rostros de sus madres dormidas, pues todas las madres del mundo añoraban esos cuerpecitos que amamantaron y cuidaron, y por más tiempo que pasara no podían dejar de preguntarse dónde estaban y por qué no regresaban a sus brazos.
Gustavo Martín Garzo , "La puerta de los pájaros"
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