un mundo iluminado
fecha de publicación: 23/04/2017
Los hombres no deberíamos ser enterrados en hoyos comidos por la humedad o en ostentosos sepulcros que enfría el mármol y sirven a la vanidad. Deberíamos ser enterrados en un hueco en el que al mismo tiempo se plantara un árbol, de modo que las raíces del árbol nos fueran envolviendo y apretando. Así, cuando el árbol creciese, de alguna manera se asomaría el hombre a la vida a través de las hojas y, cada primavera, podría trepar por la savia del tronco hasta sentirse verde renaciendo y recogedor de la cálida humedad de la noche o de la encendida luz del sol. La muerte es tan continua y creciente que no existirían páramos, y acariciar un árbol sería acariciar el recuerdo de un hombre, con lo que se respetaría en algo la naturaleza…
Antonio Prieto , "El embajador"
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