un mundo iluminado
fecha de publicación: 09/09/2016
De pie en el jardín a la italiana, ajeno a la conversación que los demás mantenían, sentí una incontenible gratitud hacia toda aquella gente que me hacía regalos. Ya había comprobado, tras la mucha práctica acumulada en los últimos tiempos, que cuando la resaca se iba calmando era sustituida por una etapa de extrema sensibilidad, una lucidez emocional que me atravesaba como una descarga trémula. Lo que no sabía era que aquella sensibilidad inducida se me iba a convertir, aquella mañana en casa de la Baldova, en un auxilio inesperado. De repente tuve la necesidad imperiosa de tomar la iniciativa para salir de la atonía. Tenía que relajarme, empezar a disfrutar de lo que me ofrecían los demás, dejar de culpabilizarme y mostrarme agradecido como había hecho Lola al finalizar la cena en la glorieta. Tenía que dejar de pensar en David y Susana y buscar mi palacio de Potala, fuera aquello lo que fuera. Como si acabara de revelárseme el camino, descubrí que había llegado la hora de adaptarme a mi manera de ser, buscarle un sentido y divertirme con ella.
Pedro Zarraluki , "Todo eso que tanto nos gusta"
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