Tecnicolor

un mundo iluminado

Maurice Sendak

Maurice Bernard Sendak. Brooklyn (Nueva York) 10 de junio de 1928 – Danbury (Connecticut) 8 de mayo de 2012

Premio Andersen en 1970

Premio Memorial Astrid Lindgren en 1970.

Medalla Caldecott en 1963.

Medalla laura Ingalls Wilder en 1983.

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Maurice Sendak nació en Brooklyn, el 10 de junio de 1928. Era el más joven entre sus hermanos, que se llevaban cinco años entre cada uno de ellos y a los que adoraba. Sus padres, judíos, habían emigrado desde Polonia poco antes del inicio de la Primera Guerra Mundial.
Durante la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto perdieron a muchos de sus parientes en los campos de concentración.
Sendak tuvo una infancia marcada por una salud quebradiza, pero desde muy pequeño estuvieron presentes en su vida los libros y las cuentos, gracias a su padre, gran contador de historias llenas de imaginación que se convertirían en la semilla de un perdurable amor por los libros.
Desde muy joven comenzó a trabajar como ilustrador de cómics, y fue el encuentro con la editora Ursula Nordström el que marcó el giro en su carrera que le convertiría en el creador de joyas como Donde viven los monstruos y La cocina de noche.

«Viendo Pinocho ahora, me siento inevitablemente golpeado por una sensación de pena, de pérdida. Es prácticamente imposible financiar un proyecto como éste hoy. La película tiene todo el dorado glamour de una edad perdida; es un monumento a una era de artesanía y calidad en América. Es demasiado fácil encogerse de hombros y decir que el dinero sencillamente ya no está ahí. En mi propia empresa de edición, contemplo con consternación creciente la cualidad de sucédaneo que va adueñándose del trabajo de hacer libros, la desaparición definitiva de las matrices tipográficas, y la degeneración del papel. En las cinco últimas décadas se ha producido un colapso del sentido del orgullo por el oficio y de la excelencia en el trabajo. Por regla general, esto no tiene nada que ver con el dinero. Un corto de Mickey Mouse de la primera época –¡cualquiera de ellos!- supera en calidad de animación a las producciones actuales para la televisión. Estamos en la oscura era McDonald’s de lo rápido y fácil. Pinocho es un deslumbrante recordatorio de lo que existió una vez –y de lo que podría volver a existir de nuevo.»

Maurice Sendak. Caldecott & Co. Notes on Books & Pictures. Harper & Collins, 1988

«He observado a los niños jugar muchas variantes de este juego. Son los juegos necesarios que los niños conjuran para combatir la parte más tremenda de la infancia: la vulnerabilidad al miedo, a la cólera, al odio, a la frustración –todas las emociones que son parte cotidiana de sus vidas y que sólo pueden percibir como fuerzas ingobernables y peligrosas. Para manejar estas fuerzas, los niños se vuelven a la fantasía: ese mundo imaginado donde las situaciones que los turban se resuelven a su satisfacción. A través de la fantasía, Max, el héroe de mi libro, descarga su cólera contra su madre, y regresa al mundo real medio dormido, hambriento y en paz consigo mismo.
Ciertamente queremos proteger a nuestros niños de nuevas y dolorsas experiencias que van más allá de su comprensión emocional y que intensifican su ansiedad; y hasta cierto punto podemos prevenir una exposición prematura a tales experiencias. Eso es obvio. Pero lo que también es obvio –y se olvida fácilmente- es el hecho de que desde sus más tempranos años los niños viven en familia con emociones turbadoras, que el miedo y la ansiedad constituyen una parte intrínseca de su vida diaria, y que continuamente se las arreglan con la frustración lo mejor que pueden. Y es a través de la fantasía como los niños encuentran la catarsis. Es el mejor medio que tienen a su disposición para domesticar las Cosas Salvajes.
Mi compromiso con este hecho ineludible de la infancia –la terrible vulnerabilidad de los niños y sus esfuerzos para convertirse en Reyes de todas las Cosas Salvajes- lo que da a mi trabajo toda la verdad y la pasión que pueda tener.
[…]
Max es mi creación más valiente y querida. Como todos los niños, cree en un mundo donde la transición entre fantasía y realidad es flexible, un mundo donde un niño puede saltar de uno a otro una y otra vez con el convencimiento de que ambos existen. Otra característica que lo hace especialmente adorable para mí es la franqueza de su acercamiento. Max no vacila. Va al corazón del asunto con la velocidad de un superjet, un rasgo de personalidad que encaja gozosamente con la simplicidad visual necesaria de un álbum para niños.
[…]
Max también se está divirtiendo, y no precisamente jugando al escondite con Sigmund Freud. Le encanta conjurar sus horribles monstruos, y su disposición a recibir órdenes de un agresivo rey en miniatura es, para Max, el más salvaje de sus sueños hecho realidad. Mi experiencia me sugiere que los adultos a los que turba lo aterrador de su fantasía olvidan que mi héroe está tomando las riendas de su vida y controla la situación con despreocupado aplomo. Los niños observan a Max. Cobran confianza y navegan a través de la aventura, encontrando, espero de todo corazón, tanta diversión como Max. Son los niños que me envían sus propios dibujos de las Cosas Salvajes: monstruos, visiones espeluznantes, criaturas soñadas, gigantescos King-Kong en islas selváticas. Consiguen que mis Cosas Salvajes parezcan encantadoras bolas de peluche.
Las realidades de la niñez hacen sonrojar las medias verdades que suelen aparecer en los libros para niños. A menudo ofrecen un mundo dorado y sin sombras, sin el menor atisbo de conflicto o dolor, un mundo fabricado por aquellos que no pueden –o no quieren- recordar la verdad de su propia niñez. Su versión censurada no guarda ninguna relación con la manera de vivir de los niños auténticos.
[…]
Claro que debemos evitar asustar a los niños, si con eso queremos decir protegerlos de experiencias que se encuentran más allá de sus capacidades emocionales; pero dudo mucho de que sea eso lo que la gente quiere decir cuando dice “No debemos atemorizar a nuestros niños”. La necesidad de literatura de evasión es el indicador más obvio del deseo común de proteger a los niños de sus miedos y ansiedades cotidianos, un deseo imposible que niega la batalla sin fin del niño contra sus turbadoras emociones.
[…]
Ursula Nordstrom es una amiga de toda la vida. Digo de toda la vida porque la mejor parte de mi vida comenzó cuando fui capaz de empezar a utilizar mi talento, y ella estuvo allí para guiarme creativamente. Ella se ganó mi respeto cuando me confesó su aprensión al ver los primeros dibujos para Donde viven los monstruos. Este admitir sus recelos y el darse cuenta de que estaba reaccionando según un estereotipo adulto fue la confesión de una verdad de la mayor importancia, y eso es algo que sólo ella podía haber hecho. Así lo describió recientemente: “ Y por eso recordamos una vez más, como tantas veces en el pasado, que los niños son nuevos y nosotros no.” Su apoyo e imbatible entusiasmo ayudaron a conducir el libro a un final feliz.
[…]
Donde viven los monstruos no complació a todo el mundo, sólo a los niños. Una carta de un niño de siete años me animó a pensar que había alcanzado a los niños tal como había esperado. Escribió: “¿Cuánto cuesta llegar donde viven los monstruos? Si no es muy caro mi hermana y yo queremos pasar el verano allí. Por favor contéstame pronto.” No contesté a esta pregunta, porque estoy seguro de que antes o después ellos mismos encontrarán el camino, gratis.»

Caldecott Medal Acceptance, 1964

 

«Claramente, los hermanos Grimm y H. C. Andersen nunca se molestaron en proporcionar eso que llaman una literatura saludable o adecuada para niños. Qué afortunados somos de que sólo estuvieran interesados en contar una buena historia! Y son historias cargadas de originalidad y una tremenda comprensión del fascinante enredo de la vida, escritas con estilo y sabor, que ofrecen un mundo real destilado en fantasía, que altera las delicadas interioridades de los niños mucho menos que las de los adultos.”
Ursula Nordstrom, editora de libros para niños en Harper and Row, lo dijo mejor:
«Siempre es con los adultos con los que hay que pelear –la mayoría de los niños de menos de 10 años reaccionan creativamente ante el mejor trabajo de una persona verdaderamente creativa. Pero demasiado a menudo los adultos elevan sus reacciones ante los libros ilustrados para niños hacia sus propias experiencias como adultos. Y como editora que permanece entre el artista creativo y el niño creativo me aterra continuamente reaccionar como un adulto embotado. ¡Pero por lo menos yo intento recordarlo cada minuto!»

Maurice Sendak. Caldecott & Co. Notes on Books & Pictures. Harper & Collins, 1988

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