un mundo iluminado
fecha de publicación: 04/11/2010
Un viejo recuerdo: una noche de verano. Estoy en mi pequeña habitación con seis ventanas, todas abiertas. Tengo tres o cuatro años. Todos duermen, pero yo estoy despierta. Me inclino sobre la ventana para mirar las hortensias azules, grandes como pelotas de playa. El ventilador me trae el aroma de las flores y vuela las finas cortinas blancas. Me pongo a jugar con el cerrojo de la tela metálica de la ventana y de pronto se abre. Recuerdo el tacto del cerrojo de metal y la armella, por donde casi puedo pasar el dedo. Me encaramo sobre el alféizar y salto al exterior. Estoy en el oscuro patio trasero. Echo a correr, sientiendo el impulso de algo que ahora sé que se llama libertad. Hierba húmeda, el blanco de las camelias contra el arbusto oscuro, el nuevo pino, de mi misma altura. Voy hasta mi columpio en la pacana. Acabo de aprender a impulsarme yo sola. ¿Cuán arriba? Rodeo la casa corriendo, pasando ante las habitaciones de mi familia, que duerme, y me paro en medio de la calle que no se me permite cruzar. Entro por la puerta de atrás, que nunca está cerrada, y vuelvo a mi habitación.
Esa pura oleada de placer, un gozo desbordante, la sacudida que produce encontrar el lugar externo que se corresponde con nuestro interior, eso es.
Frances Mayes , "Bajo el sol de Toscana"
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