un mundo iluminado
fecha de publicación: 30/11/2010
Cumplí esos treinta años y ya estoy fuera de peligro.
No moriré de amor como tus hijas, no moriré como murió mi madre, como murieron las Santamarina. Ahora conozco la naturaleza de mi don. «Nada, nadie, nunca, te hará sufrir.» Pero olvidaste un detalle menor entre los peligros mayores de los que quisiste protegerme. Una pequeña cosa.
Olvidaste que el amor duele como la belleza. Duele como la vida. Duele cuando más fuerte es, más bello es. Duele porque uno tiene miedo de perderlo. Porque uno sabe que ni la belleza, ni el amor, ni la vida duran eternamente. A mí no me importaba. Hoy no me importaría sufrir si pudiera sentirme una vez más como me sentí una mañana en la terraza del Omiros, un día en los brazos de Kostas. Quisiera haber muerto en Kamari.
Pero tu deseo se cumplió. El don me lleva lejos. Lejos del fracaso, de la locura, de todas las tristezas del mundo. Y también del amor. Con un golpe de sueño. Con un nuevo dibujo.
He vuelto a Itaca, no he perdido el ánimo, y el don se perfecciona día a día. Me va bien, todo va bien, siempre va bien, la vida es buena conmigo, Dodo.
Solo en noches como ésta, cuando llueve y sopla el sudeste en Buenos Aires, me pregunto cuántas mujeres felices hay en el mundo, mujeres siempre en viaje, siempre solas. Mujeres con un don, como yo…
Vlady Kociancich , "El templo de las mujeres"
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© Fernanda Medina. …quieres hablar conmigo?