un mundo iluminado
fecha de publicación: 12/01/2013
Al evocar este fragmento, en el instituto, la voz de la profesora se quebraba y podías ver la huerta en sus ojos oceánicos. De Luz Pozo sabíamos que era también poeta y pianista. Una mujer madura de la que estaba enamorado todo el instituto, desde el alumno más joven hasta el viejo militar profesor de gimnasia, pasando por el bedel, la profesora de francés y todos los curas profesores de Religión. Quien no lo estaba era por la desgracia de no conocerla. Se hablaba de poetas que atravesaban Galicia en moto y en diagonal, los fines de semana, cientos de kilómetros, sólo para verla. Y se confirmó que la leyenda era cierta cuando, años después, marchó en moto con el poeta Eduardo Moreiras. Pero ahora estamos con ella en el instituto. Entra con Luz una estela erótica en el aula, que tiene como sello especial el de producir más calma que excitación. Eros, bien guiado, se posaba en la materia de estudio, incluso en la operación de descerrajar el Polifemo de Góngora. Pero una cosa es hablar de literatura y otra muy diferente oír la boca de la literatura. Y eso fue lo que oí, con toda nitidez, cuando Luz Pozo relataba lo que estaba sucediendo, justo en ese momento, en la huerta de Ítaca, cuando la memoria se fundía con el manuscrito de la tierra, Ulises enumerando las higueras, manzanos, perales y vides. Y había un segundo texto, un murmullo, que yo, y sólo yo, escuchaba en la boca del padre cuando él quería remarcar la ignorancia extrema: el no saber, el no querer saber, el nombre de los árboles.
Manuel Rivas , "Las voces bajas"
Tecnicolor.es
Este es un sitio sin propósito comercial que tampoco incluye publicidad. Su única finalidad es la difusión cultural. Los derechos de autor de las ilustraciones mostradas y de las citas literarias pertenecen a sus autores y en su caso, a los editores, que son siempre citados a pie de ambas.
© Fernanda Medina. …quieres hablar conmigo?