un mundo iluminado
fecha de publicación: 05/01/2018
Las palabras de Papá Topo volvieron a resonar en la cabeza de Nikolas: «Sólo hay que cerrar los ojos y desear algo; si se desea de la manera correcta, tu deseo puede hacerse realidad». Tal vez un deseo no era sino una esperanza anhelada con más intensidad.
Si se desea algo con la fuerza e intensidad suficientes, es posible que cualquier cosa pueda hacerse realidad. Recordó cómo Papá Vodol había sido capaz de mover los muebles. Tal vez, con la determinación necesaria, fuera también posible ensanchar el diámetro de la chimenea.
–Puedo hacerlo– dijo Nikolas.
–Sí, puedes hacerlo– ratificó la duendecilla.
Cerró los ojos y deseó poder hacerlo. Nada. No se ensanchó ni un centímetro. De pronto, comenzó a sentir de nuevo, de forma progresiva, esa ola de calidez en su interior conforme la fuerza de su deseo iba llenando todo su cuerpo. A continuación notó un cosquilleo en el estómago, como cuando uno está cayendo. O mejor dicho, ascendiendo.
El corazón comenzó a latirle a toda prisa.
Cuando finalmente abrió los ojos no vio más que una inmensa oscuridad. Estaba dentro de la chimenea. Oyó la voz de su madre diciendo:
–¡Noel! ¡Mi niño! ¡Mi precioso regalo de Navidad!
–¡Voy a ser como tú, mamá! ¡Voy a hacer feliz la gente!
La chimenea se ensanchaba permitiendo que el cuerpo de Nikolas ascendiera por ella a una velocidad considerable.
Puedo oír también la voz de la duendecilla de la verdad que le gritaba desde algún lugar allá abajo:
–¡Te lo dije!
Matt Haig , "El chico que salvó la Navidad"
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