un mundo iluminado
fecha de publicación: 09/07/2011
Estás tumbado al sol en la hierba. Sobre ti hay un haya. Una ligera brisa mece las ramas más finas y agita las hojas. Desde lejos, este movimiento constante de las hojas parece nieve verde cayendo delante de la superficie del árbol, igual que en tiempos parecía caer nieve plateada delante de las pantallas grises de los cines.
Estás tumbado con la cabeza apoyada en la chaqueta, cuidadosamente doblada. Calculas que el árbol tendrá sus buenos dieciocho metros. Te está entrando sueño, pero cuando miras hacia arriba te imaginas lanzando una cuerda sobre la rama. Ahora ya no piensas, te dejas llevar, tienes los ojos casi cerrados. Aún así, las palmas de las manos y las corvas se tensan al recordar cómo trepabas por ramas retorcidas parecidas a éstas cuando eras niño…
Cierras los ojos distraídamente de vez en cuando. La imagen del entramado de hojas se mantiene un momento impresa en tu retina antes de desparecer, pero ahora es de un rojo intenso, del color de un rododendro muy oscuro. Cuando vuelves a abrir los ojos, la luz es tan intensa que tienes la sensación de que rompe contra tí como las olas, recordándote que no eres más que una pequeña isla en la hierba…
El árbol está lleno de sucesos, imaginados y recordados…
Sigues ahí tumbado. Puedes oler la hierba. Eres más consciente que de costumbre del calor del sol. Tienes la sensación de estar estirado sobre el mundo, sintiendo la redondez de la tierra. Nada del árbol te sorprende…
Tu brazo está alrededor de otra cintura; una mano te acaricia el pelo. Podrías ser cualquiera, pero de momento ves al árbol como sólo lo ve un amante. El árbol es una X que señala el lugar para vosotros dos.
John Berger , "Algunos pasos hacia una pequeña teoría de lo visible"
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