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un mundo iluminado

Jaime Salinas hacia el otro lugar sin límites

fecha de publicación: 26/01/2011

libros en la biblioteca

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Jaime Salinas cultivó amor en abundancia. Muchos sobrinos queridos que no eran de su sangre hoy cuentan en las crónicas en su memoria que él era el “tito Jaime”, y hay otros tantos hijos adoptivos que hoy escriben en sus columnas la absoluta añoranza que sienten de él.
Además de toda esa carne enamorada, alumbró muchos hijos perfectos. Yo me hice lectora con Alianza Libro de Bolsillo, hacia mis doce años, la colección que me ha proporcionado un placer físico más intenso en todos mis años de lectora y la que mejor me ha ofrecido la mezcla de deslumbramiento sensorial y estímulo intelectual que un libro concebido por un buen editor debería ser capaz de provocar. Un libro de editor es una droga, y las de Salinas eran de alto voltaje.
Después de Alianza Libro de Bolsillo, a la que seguí fielmente muchos años, y de la que aún conservo algunos ejemplares de esos años de adolescencia, caí en brazos de otra colección bajo el efecto de un genuino amor a primera a vista: la Alfaguara de finales de los setenta y los ochenta, la que inventó Salinas y late con su propia e indeleble marca, la que diseñó Enric Satué en un resplandeciente estado de gracia. Yo entonces no sabía de edición más que lo que me susurraba mi propia percepción de la belleza, mi capacidad para apreciar las cosas hechas con cuidado, con pasión y sin sentido alguno de la medida. Y esos libros eran joyas, gemas para la vista, para el tacto, para el olfato, promesas de lujuriosas revoluciones interiores.
Pasaron más de treinta años hasta que yo supiera cuáles eran las caras y las manos que estaban detrás de esos prodigios.
Ahora la mayoría de esas manos ya no están, y desde ayer esas criaturas portentosas que Jaime Salinas alumbró se han quedado más huérfanas.
Aunque no se quedarán huérfanas del todo.
Les quedamos nosotros. Los que seguimos locamente enamorados de ellas. Nosotros, criaturas mucho más modestas y silenciosas a quienes, cuando sostenemos delicadamente entre las manos su sólida belleza, se nos sigue acelerando el corazón.
Fernanda Medina

Y su principal objetivo era sacar a España de sus seculares provincianismo y atraso; elevar el nivel general, en la confianza de que la gente desea eso en el fondo: que se le pida un esfuerzo para prestarse a hacerlo, que se la trate como a adulta y cultivada para empeñarse en serlo; y conseguir que este fuera un país como los de nuestro entorno. Los españoles, tan dados a la fatuidad, creen que esto ya está logrado. Y desde mi punto de vista se equivocan, ha habido un monstruoso retroceso en los últimos diez o quince años.

Javier Marías, Un aroma de exilio decente, El País, 26/1/20111

Salinas no buscaba gratitud. Era un editor, habitante exigente (consigo mismo, con los otros) de ese lugar sin límites que es la sensibilidad de quien regala su energía para que los demás sean felices.

Juan Cruz, Muere Salinas, editor en el lugar sin límites, El País, 26/1/20111

Era, por decirlo en términos tipográficos, un editor en caja alta, un editor con mayúsculas.

Enric Satué

De Salinas aprendí muchas cosas. En primer lugar, que editar es, ante todo, una pasión. Y que hay que editar bien: el libro físico debe estar siempre a la altura de sus contenidos. Y, después, que en ese oficio es preciso rodearse de gente que sepa tanto o más que tú, algo poco frecuente en un territorio en el que casi todo el mundo teme que venga alguien a hacerle sombra. […] Ahí, precisamente, comienza el Jaime Salinas que yo conocí mejor. El que me enseñó a amar y respetar el segundo mejor oficio del mundo, que, por cierto, siempre se ha alimentado de los frutos del primero. Gracias, tito Jaime.

Manuel Rodríguez Rivero, Mi editor favorito, El País, 26/1/20111

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