un mundo iluminado
fecha de publicación: 08/02/2011
Nos tumbamos en el suelo de mi casa, dándole la espalda al día. Yo no necesitaba más luz que la que había en su roce, en los dedos que me acariciaban la piel, despertando las terminaciones nerviosas. Con los ojos cerrados inicié un viaje por su columna, un camino empedrado que me llevó a una grieta, a un húmedo valle y a una profunda sima donde podría ahogarme. ¿Qué otros lugares hay en el mundo además de los que se descubren en el cuerpo de un amante?
Nos quedamos en calma tras hacer el amor. Contemplamos cómo declinaba el sol de la tarde a través del jardín, cómo las largas sombras vespertinas formaban dibujos en el muro blanco. Apretaba la mano de Louise, consciente de ella, pero presintiendo que quizá comenzaba una mayor intimidad, el reconocimiento de otra persona que es más profundo que la consciencia, alojado en el cuerpo más que en la mente. No entendía ese presentimiento, me preguntaba si podía ser falso, yo nunca lo había conocido aunque lo había visto en una pareja que llevaba mucho tiempo junta. El tiempo no había disminuido su amor. Cada cual parecía haberse convertido en el otro sin perder su propia individualidad. Sólo lo había visto una vez y lo envidiaba. Lo raro de Louise, de estar con Louise, era el déja vu. No podía conocerla bien y sin embargo la conocía bien. No por hechos y números, -sentía una incansable curiosidad por su vida- sino por una confianza especial. Esa tarde me pareció que siempre había estado allí con Louise, que nos conocíamos íntimamente.
Jeanette Winterson , "Escrito en el cuerpo"
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