Pedro y su roble

Pedro tenía un amigo. Era un árbol. Un roble. Su roble. Le había conocido en el momento de más esplendor. Era un árbol robusto, frondoso, opaco a fuerza de hojas.

Un roble lleno de hojas, de savia, de frescor, y un niño, Pedro, que trepa por él, que se esconde entre

su follaje, que juega y duerme en sus ramas.

Pero llega el otoño y las hojas del roble se secan y caen.

Pedro trata de salvar a su árbol de esta pérdida, que a él le parece una enfermedad incurable.

Con aire de fábula y poesía, el relato de Claude Levert y las imágenes de Carme Solé se han fundido en una original forma de presentar al niño el paso de las estaciones, los cambios de la naturaleza, en una palabra, el misterio de la vida.